Veo cine para olvidarme de todo, pero este me conecta con el mundo.
Las experiencias cinematográficas se han diversificado en su manera física de consumo y democratizado en el sentido que nunca hemos tenido tanto alcance de diferentes obras y autores con voces tan dispares. Indiscutiblemente, los medios siguen haciendo su labor de promocionar los productos que han pagado por ello, de esta manera, se queda fuera de nuestro limitado radar, material que transgrede nuestro consumo pasivo y acomodado.
Aunque La Hija Oscura (the lost daughter) es un film con fácil alcance publicitario por tratarse de esfera hollywoodense, tiene un sello muy personal, que claramente responde a la discusión feminista del presente, vigente como obra que plantea cuestiones complejas del ser humana.
Un pequeño pueblo de Grecia es el marco de las vacaciones de Leda, una profesora cerca de sus 50 años. Una familia de griegos-americanos que veranea en la misma zona va a revivir en la protagonista hechos de su pasado que la atormentan y acompañan de por vida.
Existe el término trillado de que nadie conoce los demonios de los otros, y es cierto. Vemos personas y nos imaginamos su vida, casi siempre, si aparentan salud y bienestar podemos imaginar una vida mejor que la nuestra, lo que no sabemos es, qué decisiones a lo largo de su vida le han hecho sentirse feliz y orgullosa y qué otras triste y culpable. Y ¿si esa decisión te hace sentir las dos cosas de la misma manera? Este es el dilema que iremos descubriendo en Leda, nuestro eje central dentro de la propuesta de la directora Maggie Gyllenhaal.
Para quien no conoce a la directora, Maggie es una actriz que viene de una familia de artistas, se ha encontrado con dificultades para acceder a personajes femeninos tridimensionales y entonces se propone buscar historias para contar desde la producción, la actuación y ahora desde la dirección.
Antes de su debut como directora, estuvo casi 8 años como productora consiguiendo sacar a la luz The Kindergarten Teacher 2018, en este film interpreta a su protagonista y se puede intuir que se trata de la antesala de La hija Oscura. Ambas propuestas comparten la sutileza de la cámara, lo siniestro y cautivador en sus personajes principales femeninos. No son personajes que se disculpan, son personas que actúan frente a sus circunstancias, aciertan o se equivocan y al final pagan social o psicológicamente por ello.
La película de La hija oscura es una mirada íntima a ser madres e hijas sin posicionarse en lo correcto, simplemente dejando ser.
Olivia Colman hace otra de sus grandes interpretaciones y con la sobriedad de una mujer solitaria y a la vez segura de sí misma empieza a observar la dinámica de la familia griega-americana. En esta familia, la madre joven, Nina, interpretada por Dakota Johnson, se convierte en el espejo del pasado de Leda que a través de flashbacks nos va dejando intuir sus conflictos internos.
Leda joven está interpretado por Jessie Buckley, quien hace un papel realmente sublime, hice fuerza para que le dieran el premio Oscar por esta interpretación. Su delicadeza y contención es más que cautivadora, tiene la mirada tan limpia y llena de dudas que nos transmite su complejidad. Las escenas de las niñas pequeñas junto a ella son un regalo precioso, Gyllenhaal logra captar la magia de la maternidad y al mismo tiempo su dificultad, pero, sobre todo, consigue resaltar magistralmente, la complejidad de perder el espacio mínimo personal cuando nos convertimos en madres.
Desde hace un tiempo estamos presenciado guiones de series y películas con personajes femeninos complejos: (Nomadland, Big litte lies, Little fires everywhere, A young promising girl, Libertad) y esto, ha hecho que nos fijemos de manera consciente en cuándo las mujeres en la ficción estamos de relleno, haciendo el supporting role del hombre complejo y humano. La mujer era madre, esposa, abuela o loca. Esos eran nuestros “arquetipos”, pero ahora, gracias a la entrada de mujeres en diferentes roles en la industria, ha supuesto visibilidad en la mirada femenina, donde empezamos a adentrarnos en nuestros mundos contradictorios, donde no somos lo que nos dijeron que éramos, sino que cuestionamos nuestras identidades. De ésta mirada femenina parte el libro de Elena Ferrante en el que se basa esta película.
Cuando la novelista italiana supo que la actriz Gyllenhaal quería llevar su novela al cine no dudó, pero insistió. “Si la vas a dirigir tú, sí, de lo contrario, no hay trato.” Un buen impulso para Maggie si dudaba en algún momento si ella era la más idónea para dirigir la historia.
Hay una escena donde Leda adulta está bailando en una pequeña fiesta del pueblo griego, al verla me hizo recordar a mi madre cuando bailaba en fiestas y se divertía sin pudor. Para mí, era muy vergonzoso verla desinhibida, en un rol que como hija no quería entender, me hace reflexionar sobre la mirada inquisidora que tenía sobre lo que debía ser y hacer mi madre porque era mi madre, casi como una posesión. La vergüenza que sentía por ella no ocurría con mi padre, él era el gracioso, el que hacía chistes interesantes y que podía bailar mal o bien porque total, era mi papá. Pienso ahora, como mi cultura y sociedad me habían transferido estos códigos de los que ni siquiera llegué a ser consciente.
La hija oscura es una película que, si te cala, te cala hondo, porque entra en la psiquis, es una nana a nosotras madres y a nosotros hijas, a ser, a equivocarnos, a perdonarnos, a entendernos desde lo complejo, a que no existe manera correcta de ser mujer. Elena Ferrante y Maggie Gyllenhaal la colaboración del feminismo contemporáneo.